Michel Mollat du Jourdin

 

 Por Luis Rojas

 

[Esta reseña pudo redactarse teniendo a mano la valiosa información recogida por la correspondencia que el autor de estas líneas ha tenido durante años con su discípulo, André Vauchez, actual Director de l’École française de Rome. Vd.Tb. Revue d’Histoire de l’Église de France, vol. 83 (nº210), janvier-juin, 1997,pp.5-11.]

 

Michel Mollat es poco conocido en Chile, quizá por algunos medievalistas —poquísimos— que conocen esa síntesis sobre la historia de los "tiempos difíciles" que apareció en la Historia General de las Civilizaciones, dirigida por Maurice Crouzet (edición española de 1964). Hasta el momento de su partida, el 11 de diciembre de 1996, era presidente de la Société d’Histoire religieuse de la France y estaba en plena actividad, habiéndose preocupado del Coloquio que dicha sociedad había programado en Reims para celebrar el décimo quinto centenario del baustismo de Clovis.

Nació el 13 de julio de 1911 en Ancenis, lo que entonces era el Loira inferior y un departamento bretón. Vinculado a Nantes por sus orígenes familiares y su educación, joven profesor en los liceos de Lorient y de Rouen, era un hombre de mar y de sus puertos, a los que dedicó su tésis doctoral en 1958 (presentada a la Sorbonne) y a los que igualmente permanecerá siempre fiel. Sus alumnos lo sabían bien, consagrándole en 1987 dos volúmenes de trabajos diversos —melanges como dicen los franceses— bajo el hermoso título Horizontes marinos, itinerarios espirituales.

La carrera universitaria de Michel Mollat fue ejemplar: desde algunos liceos de provincia y de Paris (Voltaire y Buffon) pasó a formar parte de las facultades de letras de Caen, Besançon y Lille, y finalmente en 1958 en la Sorbonne, donde, durante la división allí producida, optó en 1979 por la Universidad de Paris IV y la IVª sección de l’École Pratiques des Hautes Études (EPHE). Todo ello sin olvidar los cargos como profesor en muchas Escuelas Normales Superiores, misiones de enseñanza en Brasil (1961), Quebec (1972) y Madagascar, y las ocasionales conferencias en más de quince ciudades de todos los continentes. Los talentos como lider y organizador le valieron poder dirigir durante largo tiempo el laboratorio de Historia Marítima del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), ser el tesorero y después secretario del Comité francés de Ciencias Históricas (1948 a 1969), y de ocupar un asiento en numerosas comisiones científicas.

Los honores y distinciones le acompañaron en sus múltiples funciones: participó en la Comisión de Historia Medieval en el CNRS (1967-1975); recibido en la Academia de la Marina en 1969, la misma que presidirá los años 1978-9; ingresa al afamado Instituto de Francia (Académie des inscripcions et belles-lettres) en 1978; recibe la medalla de plata del CNRS en 1979; el gran premio de la Asociación de escritores de lengua francesa (1984); el de la Société de Géographie de Paris (1985): comendador de las Palmas académicas y caballero de la Legión de Honor. Cargado de tantos honores y reconocimientos merecidamente obtenidos, nunca abandonó su modestia proverbial. Fue miembro de numerosas academias extranjeras y provinciales: gran oficial de la Orden de Enrique el Navegante (Portugal), miembro de la Real Academia de la Historia (Madrid), de la Académie flamande d’histoire, de la Medieval Academy estadounidense y la Society for Nautical Research de Londres. Todos estos honores recibidos fueron para él, ante todo, una responsabilidad y un estímulo a ocuparse por el prójimo. Son innumerables los profesores de provincia, eruditos locales, como también ilustres historiadores los que benefició con sus consejos, con sus aperturas y sus relaciones. Sólo los medios de comunicaciones, y muy especialmente la televisión lo ignoraron injustamente, o tal vez él mismo les haya deliberadamente evitado.

Era una de esas personas valiosas que gustaba de la discresión. ¿Quién hubo de saber, cuando dirigía a la Sorbonne un seminario sobre los pobres y la pobreza, en el que la fecundidad científica era inmensa, que simultáneamente entregaba mucho de su tiempo —y sin duda de su dinero— a la "Semana de la bondad"(Semaine de la bonté) de la que llegó ser su presidente honorario? Estas mismas investigaciones sobre la pobreza le pusieron en contacto con el padre Joseph Wresinski, fundador del movimiento Ayuda a toda angustia (Aide à toute détresse, ATD-Quart monde) llegando a convertirse en amigo y consejero en materia histórica.

Aún cuando su campo de especialidad fue el medievo, Michel Mollat era un intelectual inserto en su tiempo, igualmente cuando estudiaba la historia del cristianismo. En efecto, no fue hombre de tomas de posiciones públicas acompañadas de publicidad, pero no era necesario intercambiar mucho con él para descubrir la fuerza de las convicciones de un cristiano, su independencia de espíritu en la fidelidad a la Iglesia. Un testimonio notable es el plan que él escogió para la preparación del tomo VI de l’Histoire du christianisme (aparecido en 1990 en las ediciones Desclée), cuya dirección compartió con su discípulo André Vauchez. Al aceptar el cargo de presidente de la Société d’histoire religieuse de la France, fue notorio que Michel Mollat du Jourdin deseaba introducir el conocimiento de la Historia y su sentido dentro de la Iglesia Católica de Francia, y para ello puso él mucho empeño en interesar al episcopado francés. En la carta que escribió poco después de su elección a todos los obispos de Francia, se expresaba en las razones que podían naturalmente descubrirse en pro de una cooperación mucho más estrecho entre los pastores del pueblo cristiano y los historiadores:

"A nuestros ojos, las circunstancias presentes hacen particularmente necesario un conocimiento exacto del pasado de la Iglesia, incluso sus flaquezas humanas no hacen sino más evidente la trascendencia de su encarnación en la Historia después de dos milenios. Los historiadores de profesión se alegran que, después de algunos años, la enseñanza de su disciplina beneficia en los seminarios. Nos nosotros creemos, por ejemplo, que un buen conocimiento de los concilios, de las circunstancias históricas de la condición sacerdotal, de la liturgia, de la práctica parroquial y las corrientes espirituales aportan experiencias utiles a una pastoral actual que mire al futuro".

Después de este llamado, el cardenal Decourtray y veinticinco arzobispos y obispos enviaron su adhesión.

A la cabeza de tan importante sociedad como la de historia religiosa de Francia, Michel Mollat du Jourdin dedicó todo su corazón y su inteligencia imprimiéndole a su presidencia un espíritu a la vez dinámico y optimista. En los discursos que hubo de pronunciar después de 1989 en las asambleas generales, evocando los confraternos defuntos, no se encontrarán en ellos los elogios rituales, sino que su sello tiene la marca del corazón, especialmente para aquellos que conoció en persona. Cabe destacar los calurosos llamados buscando ampliar el número de sus integrantes, llamados que él mismo concretizaba, en conjunto con el secretario general, a través de campañas ciblées, como dicen en Francia, es decir, contactando personalmente a la persona elegida. Tenía, además, una alta idea de las obligaciones científicas de la Sociedad. Siguiendo la línea de su antecesor, promovió la organización de coloquios, entre los que es interesante recordar el de Tours, en 1990, sobre "Iglesia y vida religiosa en Francia a comienzos del Renacimiento (1450-1530)"; el de Amiens, en 1992, acerca de "Los cristianos durante la primera guerra mundial"; el de Toulouse, en1994, relativo a "La enseñanza católica en Francia en el siglo XIX"; en 1996, en Reims, dentro del marco de la conmemoración del bautismo de Clodoveo, la Sociedad se abocó al tema de la conversión a través de la Historia del cristianismo francés. Invitado por la Sociedad de Historia del Protestantismo francés para sumarse a la celebración del cuarto centenario de la promulgación del edicto de Nantes, Muchel Mollat du Jourdin aceptó gustoso.

La gran novedad de su permanencia es el renacimiento de una colección de obras de Historia religiosa. Con el concurso del secretario general, él empleó toda su autoridad para sacar adelante este proyecto en conjunto con las Ediciones du Cerf. Así nació la colección Histoire religieuse de la France, en la que él mismo en el prólogo del primer volumen aparecido en 1993 expuso su objetivo y su espíritu. Hasta la fecha de su muerte, esta empresa contaba con diez volúmenes, cuya calidad trajo consigo el éxito editorial.

Michel Mollat no se preocupó sólo de darle un nuevo impulso a las actividades científicas y editoriales de la Sociedad. Siguiendo de cerca la vida cotidiana, siempre conectado con la contingencia, redactó cartas y circulares, intervenía en todas las veces que le parecía necesario ante las autoridades comperentes.

Su brillo no se explica solamente por sus cualidades de profesor y por su gran disponibilidad. En nuestra época, marcada por una especialización cada vez más atomizadora de los investigadores y de la investigación, Michel Mollat tuvo aquel sello de los grandes intelectuales de mediados de siglo: fue un historiador "generalista", o más exactamente, que alcanzó gran nivel en numerosas disciplinas en las que mostró igual destreza y erudición. En 1950 defendió una tésis sobre Le commerce maritime normand à la fin du Moyen Age (Paris, Plon, 1952) que llegó a ser un clásico. En los trabajos posteriores, desarrolló los dos ejes principales de su interés: la historia económica y la historia marítima de los últimos siglos de la Edad Media y la época moderna. En 1952 edita Les affaires de Jacques Coeur. Journal du procureur Jean Dauvet (Paris, Sevpen, 2 vols.), primera etapa de largas investigaciones sobre este personaje y sus diversas actividades que debía desembocar, en 1988, en la publicación de su Jacques Coeur ou l’esprit d’entreprise (Paris, Aubier). Como director de obras señeras destacan Le rol du sel dans l’Histoire (Paris, 1968), Études sur l’économie et la société de l’Occident médiéval (Londres, 1977, Variorum), sus Études d’Histoire maritime (Turín, 1977, Bottega d’Erasmo), Genèse médiévale de la France moderne (Paris, Ed.du Seuil, 1977), Histoire de Rouen (Privat, 1978), junto a J.Devisse L’Image du Noir dans l’art occidental (Paris-Fribourg, 1979), La vie quotidienne des gens de mer en Atlantique IXº-XVIº siècle (Paris, Hachette, 1983), Les explorateurs du XIIIº au XVIº siècles. Premiers regard sur des mondes nouveaux (Paris, Lattès, 1984), y por último, Histoire des pêches maritimes en France (Toulouse, 1987) ilustran bien esta doble orientación de sus trabajos. Pero la Historia social se allegó muy bien con la obra a la que se consagró en unión con Phillipe Wolf, Les ongles bleus, Jacques et Ciompi: les révolutions populaires en Europe aux XIVº et XVª siècles (Paris, Calmann-Lévy, 1970) y sobre todo con sus trabajos sobre la pobreza, que dan origen a esa síntesis Les pauvres au Moyen Age. Étude sociale (Paris, Hachette, 1978) que fue el resultado logrado después de varios años dedicados a este tema con los estudiantes en su seminario en la Sorbonne.

Prendado de lejanos horizontes, se aboca cada vez más en su última parte de su vida, al estudio de los viajes y las exploraciones: Giovanni et Girolamo Verrazano, navigateurs de François Y, 1524-1529 (Paris, Imprimerie nationale, 1982); La vie quotidienne des gens de mer en Atlantique, Moyen Age, XVIº siècle (Paris, Hachette, 1983); Les Portulans. Cartes maritimes du XIIIº au XVIIIº siècle (Fribourg, Office du Livre, et Paris, Nathan, 1984); L’Europe et la mer (Paris, Seuil, 1993).

Sin embargo, su jardin secreto era la Historia religiosa. Desde los años dedicados a la enseñanza en la Sorbonne, sus cursos multicopiados tan sugerentes atestiguaban el interés que él ponía en esta disciplina y suscitaban más de una vocación para la investigación. Una de las producciones más famosas de su actividada en este campo, fueron sus Études sur l’histoire de la pauvreté, Moyen Age-XVIº siècle (Paris, Publications de la Sorbonne, 2 vols., 1974), obra pionera en su tiempo que recibió gran eco en Francia como en el extranjero. En los años ochenta, Michel Mollat acepta dirigir el tomo VI (1274-1449) de l’Histoire du cristianisme, llamada a poner continuidad a la difunta Histoire de l’Église de A. Fliche y V. Martin. Para esta empresa tan vasta y difícil, supo reunir a una pléyade de colaboradores de alto nivel, lo que dió a la nueva colección una orientación y valor científico indiscutible.

En junio de 1989, después de la muerte de M. Guy Duboscq, Michel Mollat es nombrado presidente de la Sociedad de Historia religiosa de Francia, cargo al que dedicó no sólo su inteligencia, sino sobre todo, su corazón hasta sus últimos días.

Reducir el recuerdo de Michel Mollat du Jourdin a su carrera y a su obra, tan pretigiosa ambas, sería dejar de lado lo esencial. Todos aquellos que le conocieron y apreciaron saben que en él, el investigador y el académico, nunca eclipsaron al hombre y al creyente, y que sus cualidades humanas fueron, tanto como sus méritos científicos, la razón de la estima y la admiración que inspiraba. Los más jóvenes eran sensibles a su sencillez sin límites, a su permanente rechazo a entrar en querellas de partido y a su actitud, fundamentalmente benévola frente a las personas, no importando su edad o condición, todas ellas acogidas con igual gentileza. Conciliador nato, respetaba las opiniones ajenas dejándolas expresarse sin restricción, sabiendo delegar importantes responsabilidades a aquellos que él juzgaba dignos de su confianza. Estaba investido de un carisma especial que le valía para ejercer con autoridad y eficiencia las funciones de presidente. Es notable que muchas instituciones hayan querido tener su presidente en Michel Mollat du Jourdin. Para sus alumnos como también para sus amigos, encarnó en todo lo mejor que tiene, el liberalismo universitario, entendiendo esta expresión en su sentido más positivo, es decir, el testimonio de un hombre muy seguro de sus convicciones y sus compromisos, que sabía mostrarse respetuoso de las de otros, aún cuando no las compartiese, con tal que ellas concurriesen al bien común y a la búsqueda de la verdad.

Después de un otoño cargado de compromisos, en noviembre sufrió un infarto grave. Podía esperarse que su complexión resistente, disimulada detrás de una apariencia frágil, pudiera permitirle remontar el duro golpe. Lamentablemente, un segundo choc cardíaco le transportó a la eternidad el 11 de diciembre de 1996.

1998