LOS BÁRBAROS EN LA GALIA (c. 407-8)
Dime, Salomón, ¿cuál es tu suerte ahora? ¿Cuál es el estado de tu patria? ¿Qué encantos puedes encontrar viviendo en ella?
Por primera vez los bárbaros, violando el tratado de paz hasta entonces intacto, se arrojan sobre los campos, sobre las fortunas de los habitantes y urgen a los colonos del país. Ni las mansiones de mármol ni los bloques empleados en construir los inútiles teatros sirven ahora para alargar la vida por más tiempo. Una peste interna, una guerra secreta nos esquilma con una espesa granizada de dardos. El enemigo es tanto más peligroso cuanto más oculto se halla. No obstante, si el sármata causa estragos, si el vándalo provoca incendios, si el rápido alano arrebata el botín, intentamos, con dudoso resultado, a precio de esfuerzos penosos, reparar todo.
Nos apresuramos a limpiar la viña, arrancar las malezas, a reponer una puerta desquiciada o una ventana rota, en vez de cultivar el vasto campo de nuestra alma y levantar el honor arruinado de nuestro espíritu cautivo. Ni el enemigo, ni la hambruna, ni las enfermedades, han influido en nosotros. Lo que fuimos, eso somos. Sujetos a los mismos vicios, seguimos pecando. Uno que comía hasta medianoche, ensarta un día con otro para comer y beber al fulgor de las lámparas. Pedro era adúltero, adúltero es aún. Polio era envidioso, sigue siendo envidioso. Albo andaba a la caza de honores: en medio de un mundo arruinado, ¿está menos devorado por la ambición?
Nada es sagrado para nosotros, salvo las ganancias. Llamamos honesto a lo útil, al mal llamamos bien, y el avaro es reputado como gran economista.
Paulino de Béziers, Epigramma, vv. 8-41, Ed. Schenkl, C.S.E.L., t. XVI, pp. 503-505, cit. en: Courcelle, P., Histoire Littéraire des Grandes Invasions Germaniques, Et. Augustiniennes, 3ª Ed. 1964, Paris, p. 87; v. texto latino de los vv. 12-35 en pp. 355 y s. Trad. del francés por José Marín R.