LOS REYES PERSAS EN LA "HISTORIA DEL MUNDO" DE THA’ALIBI

 (c. 1020)

 

 

Reinado de Artaban, hijo de Vahram, hijo de Balasch, último rey de los Achkanianos.

 

Los árabes llaman a este rey Artaban el Joven, porque, en ciertos relatos, hay otro Artaban. Los persas lo llaman Artaban el Grande, porque, aun viniendo después de otro, lo sobrepasó por la extensión de sus estados y por la duración de su vida. Fue, en efecto, el más grande de los Achkanianos por su poder, el más poderoso, el más renombrado y aquel que puso bajo su dominación el mayor número de reyes regionales. Reinó como señor absoluto en Irak, el Fars y el Djebal hasta Raï.

Artaban tenía por costumbre decir: "Aquel que hace el bien encuentra ayuda; aquel que hace el mal es abandonado".

 

 

Historia de Babek, de Sasan y de Ardachir

 

Babak, según los persas, era marzeban (1) de Artaban y gobernaba la provincia de Fars, y Sasan, descendiente de Sasan, hijo de Bahman, hijo de Isfendiyadh, era uno de los oficiales de Babak y formaba parte de su séquito. Babak, habiendo visto en sueños que el sol y la luna se elevaban de la frente de Sasan, hizo llamar a aquel y le contó el sueño que había tenido. Sasan le dijo: "Yo también, soñé que rayos de luz salían de mí e iluminaban todas las regiones de la tierra". Babak lo interrogó sobre su familia, y Sasan, que siempre había ocultado su origen, se la hizo conocer. Babak, deseoso de aliarse con él por lazos de parentesco, le dio en matrimonio su hija, lo elevó a un más alto rango y lo asoció a su gobierno. Sasan tuvo de la familia de Babak un hijo, Ardachir, sobre quien brillaba el reflejo de la majestad. Habiendo muerto Sasan poco tiempo después, se tenía a Ardachir por hijo de Babak. El niño crecía como crece un príncipe de la familia reinante. Babak, que lo amaba tiernamente, lo rodeaba de cuidados, se consagraba completamente a él y se ocupaba también de su educación e instrucción. Ardachir se convirtió así en un joven sin igual por sus cualidades y perfección; atraía y retenía todas las miradas y todos los corazones le pertenecían. Artaban, habiendo oído hablar de él, escribió a Babak, solicitándole que lo enviara a su corte, para que fuese el compañero de sus hijos. Babak acató su orden y envió con Ardachir numerosos regalos.

Cuando Ardachir se presentó ante Artaban, éste le concedió su favor, proveyó con largueza para su manutención y lo trató con bondad. Pero bien pronto le tomó aversión, ya que, a pesar de su juventud e inmadurez, aspiraba al rango de los grandes príncipes al que no se llega sino por el mérito adquirido y la edad. Viéndolo un día de cacería sobrepasar a sus hijos en los ejercicios del perfecto caballero y en las hazañas de la caza de antílopes y asnos salvajes, le dijo: "Hijo de Babak, ¿es asunto tuyo la cacería y los ejercicios de los príncipes? Te doy el cargo de caballerizo mayor; ocúpate pues de la caballeriza, revisa los caballos y vigila a los palafreneros!". (...) Ardachir, lleno de disgusto, informó de estos hechos a Babak, que le respondió aconsejándole someterse y obedecer, de cumplir exactamente con el servicio que se le había encargado, ejecutar la orden recibida y esperar el fin de sus penurias en un feliz desenlace. Y le envió dinero para sus gastos. Ardachir permaneció pues en su posición y desempeñó su cargo, siempre sintiéndose por encima de esa situación como que la Fortuna le prometía lo que pronto le habría de dar.

Un día, estando Ardachir sentado sobre un puesto en la caballeriza de Artaban, he aquí que una esclava de aquel, su intendenta, y de todas las esclavas que gozaban de su más grande favor, vio a Ardachir de lo alto de la terraza. Prendada de él le hizo llegar un mensaje para pedirle una entrevista. Ardachir aceptó con la intención de conocer a través de ella los secretos de Artaban. Después la mujer encontró un medio para reunirse y se encontraba con él de vez en cuando y, con el tiempo, lo amaba cada vez más. Llegó entonces la noticia de que Babak había muerto y que sus riquezas y tesoros quedaban para Ardachir. Este cumplió con los ritos del duelo y se puso a la espera de que Artaban le diese el cargo de Babak. Pero Artaban no hizo nada; invistió a su hijo primogénito con el gobierno de las provincias de Fars antes gobernadas por Babak y lo envió para allá. En ese tiempo, mientras Ardachir meditaba el proyecto de emprender la huida, hacer acto de pretendiente y tomarse el poder, advirtió que los astrólogos de Artaban, que se habían reunido por orden suya en el departamento de la intendenta para observar las estrellas y buscar conocer el futuro, le hicieron la siguiente declaración: "Si uno de tu corte huye esta semana, él será señor de Iranschar".

Habiendo la intendenta llevado las palabras de los astrólogos a Ardachir, estuvo más resuelto aun de llevar a cabo sus proyectos. Dijo a la mujer: "Emprenderé la huida y me iré a mi tierra, ¿quieres acompañarme?". Ella respondió: "¡Por cierto, no me separaré jamás de ti y no quiero vivir sino contigo!". Se pusieron pues de acuerdo para partir y la intendenta regresó a sus asuntos; ella regresó enseguida a la hora fijada, premunida de una cierta suma de piezas de oro y algunas joyas. Ardachir montó un caballo de Artaban, un corcel sin rival, y dio una montura parecida a la joven esclava. Viajando durante la noche, protegidos por la oscuridad, habían ya recorrido una distancia de veinte parasangas (2) cuando el sol se levantó sobre el horizonte. Artaban, que no supo de los acontecimientos sino hasta el día siguiente, envió un destacamento de caballeros para perseguirlos y detenerlos. Pero aquellos no pudieron alcanzarlos, y Artaban se comía las uñas de despecho y cólera.

 

 

Ardachir llega a Fars y se hace señor de Istakr.

 

Habiendo entrado Ardachir secretamente en la ciudad de Istakr, los oficiales de Babak se reunieron delante de él, lo vieron tomar posesión de sus bienes, le rindieron homenaje de fidelidad y se colocaron a sus órdenes. Sus partidarios, habiendo acudido según su rango, marcharon todos juntos con él contra el hijo de Artaban que, expulsado por ellos de Istakr, fue a reunirse con su padre. Ardachir se hizo señor de la ciudad. Se le llevaron grandes cantidades de dinero de otros cantones de Fars, los grandes de la provincia comparecieron delante suyo haciendo causa común con él, y los principales personajes de Iranschahr, llegando de todas partes, abrazaron su partido y le rindieron homenaje. El envió cartas a los reyes de las diferentes regiones, anunciándoles que había devuelto la realeza a su familia los invitó a reconocer su autoridad y a seguir su estandarte poniéndolos en guardia contra cualquier intento de resistencia. Un cierto número de ellos se sometió sin reservas; otros le proveyeron recursos en plata y en hombres; otros, deseando esperar el desenlace de su aventura, guardaron la neutralidad.

 

 

Ardachir asedia a Artaban y lo mata.

 

Habiendo enviado Ardachir la misma conminación a Artaban que a los otros reyes, Artaban le respondió en términos violentos, considerándolo por otra parte como un adversario sin importancia. Ardachir marchó contra él con sus tropas, apoderándose de una ciudad tras otra, y sometiendo las poblaciones, hasta llegar a las puertas de la ciudad de Dodjail, donde Artaban se había encerrado. El la sitió, la bloqueó y la redujo a la desesperación impidiéndole el aprovisionamiento de víveres, de tal suerte que lo forzó a salir de la fortaleza y enfrentar la batalla. Artaban se presentó con la desventaja de una situación desventajosa, un poder que se acababa y un reino que terminaba. Ardachir, que combatía con una fortuna cercana y plena alegría, triunfó sobre él, derrotó su ejército y lo mató. Artaban, para entonces, había reinado cincuenta y cinco años.

 

 

Reinado de Ardachir.

 

Ardachir, después de haber vencido a Artaban, se sentó sobre el trono de oro, se ciñó la corona y dio audiencia a los grandes y al pueblo, que lo saludaron con el título de Shainschah, lo aclamaron con sus votos y lo felicitaron. Ardachir les dijo: "Dios ha hecho descender su gracia, ha establecido la unión y ha manifestado su favor delegándome el poder sobre sus servidores y sobre sus comarcas, para restaurar la religión y la realeza, que son dos hermanas gemelas, para que reinen la justicia y la bondad". Después ordenó sus asuntos, hizo reformas en la administración y envió tropas a las provincias, tanto del centro como de las fronteras. Envió cartas a los reyes expresándoles su autoridad, y todos se sometieron y le obedecieron. Fue señor absoluto de Iranschahr; recibió en abundancia los productos de los reinos y los cargamentos de plata provenientes de las contribuciones y de los tributos llegaron a su residencia. Era recto y justo, bondadoso con sus súbditos, implacable para con los opresores; se ocupó con ardor en hacer de su tierra un país próspero. Estaba lleno de sabiduría y se empeñaba en el engrandecimiento del Imperio que había fundado, en su consolidación y estabilidad. Era cuidadoso en sus discursos y cartas, pues tenía el don de la palabra y era muy diserto; no obstante, su elocuencia no estaba desprovista de consejos provechosos.

 

 

Algunas palabras notables de Ardachir.

 

No hay soberano sin soldados; no hay soldados sin dinero; no hay dinero sin prosperidad, y no hay prosperidad sin justicia y sin buena administración.

No alimentéis odio para no ser sorprendido por vuestro enemigo. No os dejéis llevar a acaparar los víveres, para no ser invadidos por la escasez. Sed hospitalarios con los viajeros, y seréis recibidos en la morada futura. No os atéis a este mundo, que no pertenece a nadie; no lo abandonéis sin embargo, pues solamente por el uno obtendréis el otro.

No hay prosperidad para los grandes, cuando el pueblo se entrega al desorden; la población se encuentra en malas condiciones cuando el populacho turbulento es señor, y es mejor para los súbditos temer al soberano que ser temidos por él.

No es posible encontrar un estado próspero allí donde se ejerce un poder tiránico. Un soberano justo vale más que un aguacero bienhechor; un león feroz es preferible a un soberano opresor y un soberano injusto es preferible a la guerra civil permanente.

Todos los hombres están prontos a ser generosos; los menos excusables de ser negligentes en el ejercicio de esta virtud, son los príncipes, porque tienen los medios para practicarla.

Lo más penoso para un príncipe es que la cabeza se transforme en la cola o que la cola se transforme en la cabeza.

La justicia del soberano es más provechosa que la abundancia de bienes de la Fortuna.

El más malo de los soberanos es aquel que es temido por el hombre inocente.

El poder real se sostiene por la religión; la acción de la religión se acreciente por el apoyo del poder real.

Los reyes corrigen por la desgracia; no castigan por la supresión del salario.

Yo y vosotros, formamos como un solo cuerpo. Todo lo que viene, placer o pesar, a uno de sus miembros tiene su efecto sobre los otros y los alcanza a todos. Algunos de entre vosotros tienen el lugar de la cabeza que sostiene el conjunto de los miembros; otros, el lugar de las manos que apartan aquello que es nocivo y cogen lo que es provechoso; otros, el lugar del corazón que piensa y reflexiona; otros el lugar de los órganos inferiores que sirven para que el cuerpo para captar lo que le es útil. Asimismo, es preciso que os asistáis los unos a los otros, que cada uno ayude a su prójimo con sus buenos consejos y que las enemistades y los rencores desaparezcan.

El impuesto es el soporte del estado; nada aumenta su rendimiento como la justicia, nada lo disminuye como la opresión.

Se presentó a Ardachir un reporte informando que los habitantes de Istakr se quejaban de la falta de lluvias y de las penosas consecuencias de la sequía. El escribió esta decisión: "Si el cielo rehusa llover, es nuestra liberalidad la que verterá sus lluvias bienhechoras. Nosotros damos órdenes para que vosotros seáis indemnizados de vuestras pérdidas y puestos al abrigo de las necesidades".

 

Cómo Ardachir arregló sus otros asuntos durante el resto de su vida.

 

Ardachir hizo recopilar los libros religiosos y las obras de medicina y de astronomía de los cuales Alejandro había quemado una parte y de los cuales había hecho llevar la mayor parte a los países de Rum. Los hizo transcribir de nuevo y para fijar la enseñanza no escatimó ningún esfuerzo dispensando gran cantidad de dinero. Estableció el orden de los mobedhs y de los herbedhs, encargados de administrar la justicia y de decidir lo que la ley permite o lo que ella defiende. Dirigió a los reyes y a los jefes sus instrucciones respecto de la religión, ordenándoles practicarla y observarla fielmente en sus dogmas y preceptos y advirtiéndoles de guardarse de su cólera si no practicaban las obras obligatorias que prescribe. Fundó las ciudades de Ardachir-Khorra y de Djur en Fars; Badgis en el Khorassan; Bahman-Ardachir y Ram-Ardachir, en el territorio de Basra; Astarabadh o Karakh-Maisan en Kour Didjla. Ibn Khordadhbeh señala que fundó también la ciudad de Khwarizm. Dividió el Khorassan en cuatro departamentos y dio el gobierno de uno al marzeban de los dos Marw, de Taleqan y de Djuzdan; el del segundo al marzeban de Hérat, de Buchandj, de Bost y de Sedjestan; el del tercero al marzeban de Balkh y del Tokharistan; el del cuarto al marzeban de Transoxiana.

Reconociendo Ardachir la perfecta aptitud de su hijo Sapor, lo designó como heredero del trono y como su sucesor; le hizo conocer sus últimas voluntades y no dejó de prodigar sus mejores consejos. Una vez que su gobierno estuvo sólidamente establecido, cuando los felices efectos de su justicia y de su alta virtud se extendían por doquier, lejos y cerca, catorce años después del día en que fue saludado con el título de Shahinschah, respondió al llamado de Dios y dejó el reino a su hijo.

 

 

Reinado de Sapor, hijo de Ardachir

 

Sapor recordaba a su padre por la belleza, la sabiduría y la prudencia, por la dulzura unida a la habilidad en la administración del estado y por su gran celo por el bien general; pero lo sobrepasaba incluso en generosidad y elocuencia. Cuando hubo tomado el poder en lugar de Ardachir los hombres lo aclamaron con sus votos y lo felicitaron. El les respondió con buenas palabras y bellas promesas que fortalecieron sus esperanzas; se empeñó en marchar sobre las huellas de su padre y hacer revivir sus nobles acciones y sus gloriosas hazañas. Dirigió cartas a los reyes y a los marzebanes, los confirmó en sus gobiernos y los invitó a ser fieles y devotos auxiliares y permanecer ligados al más santo de los deberes, el de la absoluta obediencia. Todos se declararon sus sumisos servidores y se pusieron a sus órdenes. Enseguida Sapor se aplicó a conducir y a ejecutar, a fortificar las fronteras, a dirigir el pueblo, a hacer al país próspero y a combatir a los enemigos. Los beneficios de la justicia y del buen gobierno de que gozaron sus súbditos implantaron en sus corazones el afecto por su persona y se impusieron la obediencia y la fidelidad hacia él. Los árabes lo llamaban Sapor de los ejércitos a causa de sus numerosas tropas y de su poderío bélico.

 

 

Otros hechos notables del reinado de Sapor, hijo de Ardachir.

 

Después de haber vencido sobre Daizan y haber asegurado la defensa del lado de la gente de Rum, Sapor se puso a fundar ciudades y se empeñó en esta tarea con el más grande ardor. Fundó, en el Ahwaz, Djondai-Sapor, la que pobló con prisioneros de Rum; en Maisan, Schadh- Sapor y, en el Fars, la ciudad de Sapor. Invistió a su hijo Hormizdas el valiente con el gobierno de Khorassan y lo envió allí, poniendo bajo sus órdenes a los marzebanes de la provincia. Hormizdas ejerció allí el gobierno con plena independencia, ocupándose con todo el cuidado necesario de la administración., dominó a los enemigos y protegió a los súbditos, de tal suerte que estaban felices con él y su nombre se extendió muy lejos. Enseguida Sapor lo llamó y, cuando se presentó delante de él, le dijo: "Hijo mío, ahora, vengo de unir al halcón su ala". El autor de la presente obra dice: "Ibn al Mu’tazz, teniendo en cuenta esta expresión, habló así a Mu’tadid, que había llamado a su hijo Muftaki de Rai: "Le ha devuelto a él Ali, como el halcón devuelve su ala".

Una vez que Hormizdas hubo regresado a la corte de Sapor, este le proporcionó amplia instrucción, de la cual las sentencias siguientes me han parecido las más bellas: "

Cuando Sapor había reinado treinta y un años, recibió la visita de la muerte que lo arrancó de su trono, y Hormizdas heredó su gran Imperio.

 

(1) Gobernante provincial, de carácter más bien militar, y que dependía directamente del soberano. v. Kaplan, M., Martin, B., Ducellier, A., El Cercano Oriente Medieval, Trad. de E. Bajo, Akal, 1988 (Paris, 1978), Madrid, p. 42.

 

(2) Del persa farsang, unidad de medida equivalente a 5.250 mts.

 

Gagé, J., La Montée des Sassanides, col. Le Mémorial des Siècles, Albin Michel, 1964, Paris, pp. 198 y ss. Trad. del francés por José Marín R.