FRAGMENTOS DE LA OBRA DE BEDA EL VENERABLE (679-735)

 

Toda mi vida se ha deslizado en el interior del monasterio. Después de la meditación de las Sagradas Escrituras, después de la disciplina regular y del canto de la misa cotidiana, nada me ha sido más dulce que aprender sin cesar, enseñar y escribir.

 

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Las olas de la ciencia se han derramado por la Gran Bretaña. El arte de la poesía, de la astronomía, todo lo abarca esta codicia de doctrina, que tiene siempre como base el estudio fundamental de las cosas religiosas. Los discípulos de los maestros eminentes hablan el griego y el latín como su lengua materna, y desde que llegaron a Bretaña nunca han visto los anglos días más felices.

 

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Hay vastos establecimientos que no sirven para nada, ni a Dios ni a los hombres. Ninguna regla monástica se observa en ellos, ni pueden reportar el menor provecho a los condes encargados de defender nuestra nación contra los bárbaros. Como el hábito monástico eximía del servicio militar, se veían hombres desalmados que deseaban ser llamados monjes sin tener ninguna de las cargas de esta profesión. De la noche a la mañana, simples laicos, que no tenían ni la experiencia ni el amor de la vida regular, construían en sus propiedades un monasterio para gozar de la dignidad abacial y de los privilegios de los bienes eclesiásticos... Es un espectáculo monstruoso ver a un hombre salir del lecho conyugal para disponer en el interior de un monasterio. ¿No hay acaso motivo para recordar aquel proverbio antiguo, según el cual, cuando las avispas hacen colmenas es para poner en ellas veneno en lugar de miel?

 

En: Pérez de Urbel, J., Historia de la Orden Benedictina, Ed. FAX, 1941, Madrid, pp. 52, 53, 59 y s.