HISTORIA ANÓNIMA DE LA PRIMERA CRUZADA (c. 1099) (FRAGMENTOS)

 

(I,1) Como se acercaba ya el fin que el Señor Jesús anuncia cada día a sus fieles, especialmente en el Evangelio, donde El dice: "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame", se formó un gran movimiento por todas las regiones de las Galias, a fin de que quienquiera que sea, de un corazón y de un espíritu puros, que desee seguir al Señor con celo y quiera llevar la Cruz consigo, no tarde en tomar con toda prontitud la ruta del Santo Sepulcro.

Este discurso se fue difundiendo poco a poco en todas las regiones y provincias de las Galias; los francos, escuchándolo, comenzaron rápidamente a coser cruces sobre el costado derecho de sus espaldas, diciendo que unánimemente querían seguir las huellas de Cristo, por las cuales serán liberados del poder del Tártaro.

(I,2) Esos poderosos caballeros y muchos otros que no conozco, siguieron la ruta que antaño Carlomagno, magnífico rey de Francia (mirificus rex francorum), hizo establecer hasta Constantinopla.

[A Pedro el Ermitaño, el Emperador, en Constantinopla, le dice:] "No atravieses el Brazo antes de la llegada del grueso del ejército cristiano, ya que ustedes no son lo suficientemente numerosos como para combatir a los turcos". Y los cristianos se comportaban muy mal, ya que destruían e incendiaban el palacio de la ciudad, robaban el plomo con el cual estaban cubiertas las iglesias y lo vendían a los griegos, tanto así que el emperador, irritado, dio la orden de hacerlos cruzar el Brazo.

Después que hubieron cruzado, no cesaron de cometer toda suerte de fechorías, incendiando y devastando las casas y las iglesias.

En cuanto a Pedro el Ermitaño, volvió a Constantinopla, incapaz de disciplinar esa tropa disparatada, que no quería entenderlo ni a él ni a sus palabras.

[Respecto de la desastrosa derrota que sufre la Cruzada Popular a manos turcas:] A la noticia de que los Turcos habían así dispersado a los nuestros, el emperador manifestó una gran alegría, y dio órdenes para hacerlos atravesar el Brazo.

(I,3) [El Gobernador de Durazzo) los hizo detener y conducir con precaución a Constantinopla delante del Emperador, a fin de que le jurasen fidelidad (fidelitatem facerent).

Finalmente, el duque Godofredo, el primero de todos los señores, llegó a Constantinopla con un gran ejército, dos días antes de la Natividad de Nuestro Señor, y acampó fuera de la ciudad hasta que el inicuo emperador (iniquus imperator) hubo dado la orden de alojarlo en un barrio [Gálata] de la ciudad. Habiendo tomado así sus cuarteles, el duque enviaba cada día a sus guerreros con toda seguridad, para que consiguieran paja y todo lo que era necesario a los caballos. Y creían que podían ir con toda confianza a donde quisieran, pero el inicuo emperador Alexis (iniquos imperator Alexius) ordenó a los Turcoplas y a los Petchenegues atacarlos y matarlos. Con esta noticia, Balduíno, hermano del duque, les preparó una emboscada, los sorprendió cuando iban a masacrar a su pueblo, los atacó valientemente y, con la ayuda de Dios, los venció. Capturó a sesenta, de los cuales mató a una pequeña parte, y el resto se los presentó al duque, su hermano.

El emperador, instruido sobre estos acontecimientos, manifestó una gran irritación. El duque, viendo al emperador irritado, salió del barrio con los suyos y formó sus cuarteles fuera de la ciudad. Llegada la tarde, el miserable emperador (infelix imperator) ordenó a sus tropas atacar al duque y al pueblo cristiano. El duque los persiguió victoriosamente a la cabeza de los soldados de Cristo; mató a siete y persiguió a los otros hasta la puerta de la ciudad . De regreso en su campamento, permaneció allí cinco días, después llegó a un acuerdo con el emperador que lo obligó a cruzar el Brazo de San Jorge y lo autorizó a avituallarse en tanto las reservas de Constantinopla se lo permitieran, así como a recibir una limosna para asegurar la subsistencia de los pobres.

(I,4) [Bohemundo de Tarento, en Adrianópolis, instruye a su gente:] Entonces Bohemundo tomó consejo con su ejército, estimulando a los suyos, exhortándolos a la bondad, a la humildad y a abstenerse de devastar esa tierra que pertenecía a cristianos y a no tomar nada aparte de lo que era necesario para su alimentación.

[Sentimiento de los habitantes de Castoria frente al paso de los cruzados:] Rehusaban ver en nosotros peregrinos, y creían que queríamos devastar su tierra y masacrarlos.

[Después de cruzar el Vardar, 18/2/1097:] Encontraron Turcoplas y Petchenegues, que combatieron contra los nuestros, los atacaron súbitamente con valentía y los vencieron, después tomaron a un cierto número y los llevaron atados en presencia del señor Bohemundo, que les dijo: "¿Por qué, malvados, masacráis al pueblo de Cristo (gentem Christi), que es también el mío? No tengo por ello ninguna disputa con vuestro emperador". A lo que ellos respondieron: "No podíamos obrar de otra manera: estamos atados por la paga del emperador (in roga imperatoris locati sumus), y todo lo que nos ordena debemos cumplirlo". Bohemundo les permitió retirarse sin sufrir castigo. .

(II,5) El miserable emperador (infelix imperator) envió al mismo tiempo que nuestros embajadores a uno de los suyos a quien tenía gran afecto y que llaman curóplata (corpalatium vocant), para que nos condujese con toda seguridad por sus tierras hasta Constantinopla. Cuando pasábamos delante de sus ciudades, daba orden a los habitantes de darnos provisiones, como hacían aquellos de quienes ya hablamos. Por otra parte, temían de tal manera al valeroso ejército del señor Bohemundo que no se permitió a ninguno de entre nosotros franquear las murallas de sus ciudades. Una vez, los nuestros quisieron asaltar y capturar una plaza fuerte, so pretexto de que en ella se guardaban abundantes provisiones, pero el sabio Bohemundo rehusó consentir en ello, tanto a causa de la inmunidad de la tierra (justicia terre) como de la fe prometida al emperador. Y se irritó mucho contra Tancredo y todos los otros. Ese incidente tuvo lugar en la tarde; la mañana siguiente, se vio salir en procesión a los habitantes de la ciudad, la cruz en la mano, y vinieron en presencia de Bohemundo, quien les recibió con alegría y les permitió retirarse felizmente.

Después alcanzamos una ciudad llamada Serres, donde instalamos nuestras tiendas, y encontramos allí cantidad de alimento suficiente, según la estación del año. Fue allí que Bohemundo llegó a un arreglo con dos curoplatas y, por amistad hacia ellos, así como por respeto a la inmunidad de la tierra, dio la orden de restituir todos los animales que los nuestros se habían apoderado de mala manera. Enseguida, llegamos a la ciudad de Rousa; el pueblo griego salió y vino feliz al encuentro del señor Bohemundo entregándonos abundantes provisiones. Allí plantamos nuestros pabellones el Miércoles anterior a la Cena del Señor. Allí Bohemundo dejó todo su ejército y siguió la ruta hacia Constantinopla con el fin de entrevistarse con el emperador, llevando consigo un pequeño número de caballeros (milites). Tancredo permaneció a la cabeza de la milicia de Cristo. Viendo a los peregrinos comprar viandas, se comprometió de su parte a abandonar la gran ruta y conducir al pueblo a un lugar donde pudiera vivir generosamente. Penetró en un valle provisto de toda especie de bienes convenientes para la alimentación de los cuerpos y allí celebramos la Pascua del Señor con gran devoción. [5/4/1097].

(II,6) El emperador, informado acerca de que el muy honorable Bohemundo había venido hasta él, dio orden de recibirlo con honor y de alojarlo con respeto fuera de la ciudad. Después de haberse instalado, se le solicitó ir a conferenciar con él en secreto. En esta conversación tomaron parte también el duque Godofredo y su hermano, por otra parte el conde de Saint-Gilles estaba próximo de la ciudad. El emperador ansioso e hirviendo de cólera (anxiens et bulliens ira), se preguntaba cómo podría, por astucia y por fraude, llegar a vencer a esos soldados de Cristo; pero, por la gracia divina, ni él ni los suyos encontraron medio de dañarlos. En último lugar, todos los hombres de ilustre nacimiento que se encontraban en Constantinopla, fueron reunidos en asamblea. En el temor de ser privados de su patria, después de haber tenido un consejo y formulado planes ingeniosos, pensaron que los jefes de nuestro ejército, los condes y todos los grandes, deberían prestar al emperador un juramento de fidelidad (sacramentum fidelite). Pero, aquellos se negaron diciendo: "Ello no es digno de nosotros, y nos parece justo no prestar juramento en manera alguna".

Puede llegar a suceder incluso que seamos defraudados por nuestros jefes. ¿Qué hicieron ellos a fin de cuentas? ¡Dijeron que, empujados por la necesidad, se vieron obligados, de buen o mal grado, a humillarse delante de la voluntad del emperador!

Al muy valiente Bohemundo, a quien tenía gran miedo, pues antaño había debido más de una vez acampar delante de él con su ejército, el emperador prometió que, si prestaba juramento sin hacerse de rogar, recibiría de él, allende Antioquía, una tierra de quince jornadas de largo por ocho jornadas de ancho; le juró que, si él tomaba fielmente su juramento, él mismo no olvidaría jamás el suyo. ¿Cómo es que caballeros tan bravos y tan rudos obraron así? Sin duda estaban ellos empujados por duras necesidades.

El emperador, por su parte, prometió a todos los nuestros fe y seguridad y juró además "que él nos acompañaría con su ejército por mar y por tierra, que aseguraría con fidelidad nuestro avituallamiento en tierra y mar, que haría reparación exacta de nuestras pérdidas y que además no quería ni permitiría que ninguno de nuestros peregrinos fuese molestado o contrariado en la ruta del Santo Sepulcro".

Por otra parte, el conde de Saint-Gilles tenía su cuartel fuera de la ciudad, en un barrio, y su ejército permanecía detrás. El emperador pidió al conde que le rindiera homenaje y fidelidad (hominium et fiduciam), como los otros habían hecho. Pero, en el momento en que el emperador enviaba este mensaje, el conde reflexionaba en la venganza que podría tomar sobre el ejército imperial. El duque Godofredo, Roberto, conde de Flandes, le hicieron presente que sería injusto combatir contra cristianos (principes dixerunt ei injustum fore contra Christianos pugnare). El sabio Bohemundo agregó que, si cometía tal injusticia contra el emperador y se oponía a la promesa de fidelidad (et fiduciam ei facere), él se pondría de parte del emperador. Además el conde, después de haber tomado consejo de los suyos, juró respetar la vida y el honor de Alexis y no consentir nunca en que, sea por sí mismo o por uno de los suyos, sea dañado; pero, cuando fue citado para el homenaje (de hominio apellaretur), respondió que no haría nada, aunque su cabeza estuviese en peligro. Fue en ese momento que el ejército (gens) de Bohemundo se acercó a Constantinopla. [26/4/1097].

(II,7) Para esquivar el juramento imperial, Tancredo y Ricardo del Principado atravesaron secretamente el Brazo y, con ellos, casi todas las tropas de Bohemundo. Rápidamente el ejército del conde de Saint-Gilles alcanzó Constantinopla y el conde permaneció con los suyos. Bohemundo se quedó cerca del emperador, a fin de tomar consejo con él acerca de los medios de avituallar a las tropas que se encontraban allende Nicea (...), la capital de toda la Romania (caput totius Romaniae).

(II,8) [Toma de Nicea. Los cruzados envían mensajeros al emperador para que les envíe ayuda, a lo cual accede. Este hecho es decisivo para la victoria sobre Nicea] El emperador, lleno de vanidad y de pensamientos inicuos (plenus vana et iniqua cogitationes), ordenó que se fueran impunes y sin temer nada y que serían conducidos delante suyo en total fidelidad (fiducia) en Constantinopla. El los recibió solícitamente, con el fin de prepararlos para tender emboscadas y trampas a los francos.

Muchos de los nuestros recibieron allí el martirio y, en la alegría y el júbilo, rindieron a Dios sus almas bienaventuradas. Entre los pobres muchos murieron de hambre por el nombre de Cristo. Elevados triunfalmente al cielo, vistieron la ropa del martirio diciendo en una sola voz: "¡Venga, Señor, nuestra sangre derramada por ti, que está bendecida y digna de alabanzas por los siglos de los siglos. Amén!"

(VII,18) [6 de Marzo de 1098, Antioquía:] "Ese día, más de mil de nuestros caballeros y de nuestros infantes sufrieron el martirio y, como lo creemos, se elevaron al cielo donde reciben la blanca ropa del martirio.

(VIII, 20) [Bohemundo pretende capturar Antioquía para sí; tiene intereses personales comprometidos y había pactado ya con un almirante turco (ammiratus de genere turcorum). 29 de Mayo de 1098:] Inmediatamente nuestros jefes se reunieron en consejo diciendo: "Si Bohemundo puede adquirir la ciudad por sí mismo o por otros, se la entregaremos en don voluntariamente, a condición que, si el emperador viene en nuestra ayuda y quiere observar el acuerdo que nos ha prometido y jurado (si imperator venerit nobis in adjutorium et omnem conventionem nobis, sicut promisit et juravit), le entregaremos la ciudad en derecho (jure reddemus), aun en el caso que Bohemundo la tuviera en su poder".

(IX,29) [Batalla contra Kerboga, Antioquía, 28 de Junio de 1098:] Se vio también salir de la montaña innumerables tropas, montados sobre caballos blancos, y blancos también eran sus estandartes. A la vista de este ejército, los nuestros no sabían quien se acercaba ni quienes eran esos soldados, después reconocieron que eran socorros de Cristo, cuyos jefes eran los santos Jorge, Mercurio y Demetrio. Este testimonio debe ser creído, pues muchos de los nuestros vieron esas cosas.

(X,35) [Sitio de Archas, 14 de Febrero a 13 de Junio de 1099:] Durante ese sitio, muchos de los nuestros recibieron un feliz martirio, entre otros Anselmo de Ribemont, Guillermo el Picardo y muchos otros que desconozco.

 

Histoire Anonyme de la Première Crisade (Gesta Francorum et aliorum Hierosolimitanum, c. 1099), Editée et Traduite par L. Bréhier, "Les Classiques de l'Histoire de France au Moyen Age", Les Belles Lettres, 1964, Paris (Versión bilingüe latín-francés), pp. 3-205. Trad. del francés por José Marín R.