NERÓN Y EL INCENDIO DE ROMA

 

Trazó un plan nuevo para la construcción de edificios en Roma, e hizo levantar a costa suya pórticos delante de todas las casas, fueran particulares o de renta, con objeto de que se pudiese desde lo alto de las terrazas combatir los incendios. Quería también prolongar hasta Ostia las murallas de Roma y hacer llegar el mar a la ciudad por un canal. Bajo su reinado se reprimieron y castigaron muchos abusos, y se dictaron reglamentos muy severos. Puso límites al lujo: los festines que se daban al pueblo quedaron convertidos en distribuciones de víveres: prohibió que se vendiese ningún alimento cocinado en las tabernas, exceptuando legumbres, cuando antes se vendía en ellas toda clase de manjares. Los cristianos, clase de hombres llenos de supersticiones nuevas y peligrosas, fueron entregados al suplicio. Púsose freno a la licencia de los aurigas, a quienes un antiguo uso autorizaba a vagabundear por la ciudad, engañando y robando a los ciudadanos para divertirse. Desterraron a los pantomimos y a los que intrigaban en favor o en contra de ellos (1).

Luego, para acabar con este rumor, culpó y aplicó refinadísimos tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, odiosos por sus maldades. Les venía este nombre de Cristo, a quien bajo el Imperio de Tiberio, Poncio Pilatos le condenó a muerte; reprimida por el momento esta detestable superstición, reaparecía con más vigor. Y esto no sólo por Judea, cuna de este mal, sino también a través de toda Roma, donde tiene fácil acogida y desarrollo todo lo más atroz y vergonzoso de todas partes. Primeramente fueron apresados los que declaraban su fe; después, por revelaciones de ellos mismos, una gran multitud fue convencida, más que de delito de incendio, de odio al género humano (2).

 

(1) Suetonio, Nerón, XVI, en: Cruz, N., "Relaciones Cristianismo-Imperio Romano. Siglos I, II, III", en: Revista de Historia Universal, nº 8, 1987, Santiago, p. 105 y s.

(2) Tácito, Annales, XLIV, en: Cruz, N., "Relaciones Cristianismo-Imperio Romano. Siglos I, II, III", en: Revista de Historia Universal, nº 8, 1987, Santiago, p. 106.