UNA EXPOSICIÓN DE CAPITULOS DE ADVERTENCIA Y CONSEJO
Dirigida por Agapetus, diácono de la magna y santísima Iglesia de Dios (Santa Sofía), a nuestro sacratísimo y piadoso emperador Justiniano’ (c. 530).
(1) "Teniendo una dignidad establecida por sobre todos los otros honores, señor, vos rendís honores sobretodo a Dios, quien os otorgó tal dignidad; puesto que Él os dio el cetro del poder terrenal a semejanza del reino celestial, a fin de que ordenéis a los hombres mantener firme la causa de la justicia, y castiguéis el aullido de aquellos que se enfurecen contra esa causa; estando vos mismo bajo el reino de la ley de la justicia y siendo legítimamente monarca de aquellos que están a vos subordinados".
(2) "Como el hombre al mando de un barco, la mente del monarca, con sus muchos ojos, está siempre alerta, manteniendo el firme dominio del timón en la ejecución de la ley y arrasando con su poderío las corrientes de la ilegalidad, a fin de que la nave del estado del mundo, no se estrelle contra las olas de la injusticia".
(9) "El alma del monarca, absorta en muchas preocupaciones, debe ser limpia como un espejo, para que pueda siempre brillar con divina iluminación, y alcanzar así el conocimiento de las cosas. Porque no hay nada que tenga tanto poder para hacer ver al hombre aquello que es correcto, como el conservar el alma siempre pura y limpia".
(15) "Es la corona de la piedad la que adorna al monarca por sobre todos los ornamentos del reino. La riqueza se desvanece; la gloria perece. Pero la gloria del gobierno divino se prolonga por la eternidad, y coloca a sus poseedores más allá del alcance del olvido".
(18) "Os reconozco verdaderamente como monarca porque tenéis la fortaleza de ser soberano y señor de vuestras pasiones, y porque usáis la corona de la templanza y estáis vestido con la púrpura de la justicia. Otra clase de autoridad engendra muerte a su heredero; pero majestad como ésta perdura para siempre. Otros tipos de autoridad terminan con esta vida; pero ésta está a salvo de los sufrimientos del castigo eterno".
(21) "Por la naturaleza de su cuerpo el monarca se encuentra al mismo nivel que los otros hombres, pero por la autoridad unida a su dignidad, él es como Dios, Quien lo gobierna todo; puesto que no hay ningún hombre en la tierra que sea superior a él. Por lo tanto, al igual que Dios, no debe nunca estar enfurecido, sin embargo, como mortal nunca debe ser avasallado por el engreimiento; porque si es honrado por estar en la divina imagen, está también envuelto de la imagen terrena según la cual le es enseñada su igualdad con los otros hombres".
(68) "El rey es soberano de todos; pero es también, junto con todos, el siervo de Dios. Más especialmente será llamado soberano cuando sea señor de sí mismo, y no un esclavo de inadecuados placeres; cuando, teniendo como su aliada a la piadosa reflexión, la cual es la invicta ama de las pasiones irracionales, conquiste las todopoderosas inclinaciones [de los sentidos] con la panoplia de la templanza".
(En: Barker, E., Social and political thought in Byzantium from Justinian I to the last Palaeologus. Passages from Byzantine writers and documents, translated with an Introduction and notes by Ernest Barker, Oxford, At the Clarendon Press, 1957, pp. 54 y ss. Trad. del inglés por Paola Corti B.)