LA LEY Y LA MAJESTAD IMPERIAL
La majestad imperial debe ilustrarse no sólo con las armas, sino también armarse con las leyes, de manera que, tanto en tiempo de guerra como de paz, pueda gobernar rectamente y el soberano romano pueda aparecer no sólo como vencedor en las batallas contra el enemigo sino extirpar también por las vías legales (per legitimos tramites) las iniquidades de los que se alzan contra su poder, de forma que sea a la vez rigurosamente respetuoso con el derecho e ilustre triunfador para los enemigos vencidos. Estos son los dos caminos que nos hemos trazado, a costa de interminables desvelos y de una extrema solicitud, con el consentimiento de Dios. Los pueblos bárbaros que hemos sometido a nuestro yugo conocen bien nuestros esfuerzos en la guerra, buena prueba de ello dan África y las demás provincias reunidas por la dominación romana y nuestro poder imperial, después de tanto tiempo, gracias a las victorias que nos concedió la voluntad celestial.
(Prefacio de las Institutas de Justiniano (533 d.C.), en: Ducellier, A., Bizancio y el Mundo Ortodoxo, Trad. de Pedro Bádenas de la Peña, Mondadori, 1992 (1986), Madrid, pp.39 y s.)