CARTA DE IRENE A NICÉFORO I (c. 802) 

 

Es Dios, ciertamente, quien me ha elevado al trono, y atribuyo mi caída solamente a mis pecados. Que el nombre del Señor sea bendito, cualquiera que sea. Atribuyo a Dios tu elevación al Imperio, porque nada puede alzarse sin su voluntad. Es por Dios que reinan los emperadores. Te considero, pues, como el elegido de Dios, y me inclino delante tuyo como delante de un emperador.

 

(Teophanes, Cronographia, Bonn, 741, en: Folz, R., Le Couronnement Impérial de Charlemagne, Gallimard, 1964, Paris, p. 30. Trad. del francés por José Marín R.)