PRIMERAS MEDIDAS CONTRA LOS CRISTIANOS
Se encontraba a la sazón en Oriente, y como, por ser timorato, era aficionado a escudriñar el futuro, se entregaba a sacrificar animales para descubrir el porvenir en sus vísceras. Con tal motivo, algunos de los ministros del culto que creían en el Señor se santiguaron en la frente con el signo inmortal, mientras asistían en el sacrificio. Hecho esto, los demonios se pusieron en fuga y los sacrificios se vieron perturbados. Comenzaron a temblar los arúspices, pues no veían en las vísceras las señales de costumbre y repetían una y otra vez los sacrificios, como si éstos hubiesen sido vanos. Mas las víctimas sacrificadas, una y otra vez, no daban resultado alguno. Entonces el maestro de los arúspices, Tages, bien por haberlo sospechado, bien por haberlo observado, declaró que la causa de que los sacrificios no diesen resultados era que personas profanas participaban en las ceremonias divinas. Entonces, furioso, ordenó que sacrificasen no sólo los ministros del culto, sino también todos los que se encontraban en palacio y, caso de que se negasen, que fuesen obligado a ello a fuerza de azotes. Asimismo dio órdenes escritas a los jefes de las unidades militares para que se obligase también a los soldados a realizar los sacrificios nefandos, so pena de que quienes no obedeciesen fuesen expulsados del ejército.
Hasta aquí llegaron en su cólera y su locura sin que tomase ninguna otra medida contra la ley y la religión divina. Seguidamente, pasado algún tiempo, vino a Bitinia a invernar. Aquí llegó también el César Galerio inflamado de idéntico furor criminal, con el fin de incitar a este endeble anciano a que continuase en la persecución a los cristianos que ya había iniciado.
Por lo que respecta a los motivos de esta mala saña, esto es lo que he podido saber.
Lactancio, De la muerte de los perseguidores, en: Cruz, N., "Relaciones Cristianismo-Imperio Romano. Siglos I, II, III", en: Revista de Historia Universal, nº 8, 1987, Santiago, pp. 130.