EL EMPERADOR NO ES DIOS (s. II)

 

 

 

Yo quiero venerar al César, lo cual no ha de tomarse como adoración sino como oración por él. Adoro solamente al Dios verdadero y real, sabiendo que el emperador ha sido constituido por El. Me dirás: ¿Por qué no adoras al César? Porque no ha sido constituido en la dignidad de emperador para ser adorado, sino reverenciado con aquella especial reverencia que le corresponde. Porque no es Dios, sino un hombre constituido por Dios en su lugar, no para ser adorado, sino para que ejerza juicio justo. Pues a él, para usar de una comparación, le ha sido confiado por Dios el gobierno de los pueblos. Ahora bien, así como el emperador no puede querer que sus súbditos sean nombrados o tenidos como Emperadores -César, es su nombre especial y a otros no es lícito apropiárselo- así también debe decirse de la adoración. Ya ves, pues, oh, hombre, que estás en un error. Respeta al César, amándole, obedeciéndole y orando por él. Si obras así cumples la voluntad de Dios. Es claro a este respecto el mandato del Señor: "Honra a Dios y al rey, hijo mío, y a ninguno de entre ambos seas desobediente. Porque sus enemigos muy pronto harán que se cumpla el castigo" (Prov. XXIV, 21-22).

 

Teófilo de Antioquía, Ad Autolycum, II, 11 (J.C. Otto, Corpus Apologetarum, VIII, Jena, 1861, pp. 32-36), en: Rahner, H., La Libertad de la Iglesia en Occidente: Documentos sobre las Relaciones entre la Iglesia y el Estado en los tiempos primeros del Cristianismo, Trad. de L. Reims, Desclée de Brouwer, 1949 (1942), Buenos Aires, pp. 45-46; cit. en: Antoine, C., Martínez, H., Stambuk, M., Yáñez, R., Relaciones entre la Iglesia y el Estado desde el Nuevo Testamento hasta el tratado De La Monarquía de Dante, Memoria Inédita, Academia Superior de Ciencias Pedagógicas, 1985, Santiago, p. 295.